Evangelio de Lucas - Capítulo 4
[1] Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, [2] donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. [3] El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». [4] Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan». [5] Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra [6] y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. [7] Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá». [8] Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto». [9] Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, [10] porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. [11] Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra». [12] Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios». [13] Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. [14] Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. [15] Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan. [16] Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. [17] Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: [18] El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos [19] y proclamar un año de gracia del Señor. [20] Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. [21] Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». [22] Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». [23] Pero él les respondió: «Sin duda ustedes me citarán el refrán: "Médico, cúrate a ti mismo". Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún». [24] Después agregó: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. [25] Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. [26] Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. [27] También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio». [28] Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron [29] y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. [30] Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. [31] Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y enseñaba los sábados. [32] Y todos estaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. [33] En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza: [34] «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». [35] Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño. [36] El temor se apoderó de todos, y se decían unos a otros: «¿Qué tiene su palabra? ¡Manda con autoridad y poder a los espíritus impuros, y ellos salen!». [37] Y su fama se extendía por todas partes en aquella región. [38] Al salir de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le pidieron que hiciera algo por ella. [39] Inclinándose sobre ella, Jesús increpó a la fiebre y esta desapareció. En seguida, ella se levantó y se puso a servirlos. [40] Al atardecer, todos los que tenían enfermos afectados de diversas dolencias se los llevaron, y él, imponiendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. [41] De muchos salían demonios, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero él los increpaba y no los dejaba hablar, porque ellos sabían que era el Mesías. [42] Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. [43] Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado». [44] Y predicaba en las sinagogas de toda la Judea.
¡Bendiciones!