Evangelio de Marcos - Capítulo 15


[1] En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. [2] Éste lo interrogó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Jesús le respondió: «Tú lo dices». [3] Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. [4] Pilato lo interrogó nuevamente: «¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!». [5] Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato. [6] En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo. [7] Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición. [8] La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado. [9] Pilato les dijo: «¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?». [10] Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia. [11] Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás. [12] Pilato continuó diciendo: «¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?». [13] Ellos gritaron de nuevo: «¡Crucifícalo!». [14] Pilato les dijo: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Crucifícalo!». [15] Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. [16] Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. [17] Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. [18] Y comenzaron a saludarlo: «¡Salud, rey de los judíos!». [19] Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. [20] Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo. [21] Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. [22] Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: «lugar del Cráneo». [23] Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. [24] Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. [25] Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. [26] La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos». [27] Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. [28] Así se cumplió la Escritura que dice: y fue contado entre los malhechores. [29] Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: «¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, [30] sálvate a ti mismo y baja de la cruz!». [31] De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! [32] Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!». También lo insultaban los que habían sido crucificados con él. [33] Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde; [34] y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi, lamá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». [35] Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». [36] Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber, diciendo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo». [37] Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró. [38] El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. [39] Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!». [40] Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé, [41] que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén. [42] Era un día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, [43] José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. [44] Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. [45] Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. [46] Éste compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. [47] María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.

¡Bendiciones!


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