Evangelio de Lucas - Capítulo 22


[1] Estaba cerca la fiesta de los Ácimos, llamada Pascua. [2] Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de eliminar a Jesús, porque tenían miedo del pueblo. [3] Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que era uno de los Doce. [4] Éste fue a tratar con los sumos sacerdotes y los jefes de la guardia sobre el modo de entregárselo. [5] Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero. [6] Judas aceptó y buscaba una ocasión propicia para entregarlo sin que se enterara el pueblo. [7] Llegó el día de los Ácimos, en el que se debía inmolar la víctima pascual. [8] Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles: «Vayan a prepararnos lo necesario para la comida pascual». [9] Ellos le preguntaron: «¿Dónde quieres que la preparemos?». [10] Jesús les respondió: «Al entrar en la ciudad encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa donde entre, [11] y digan a su dueño: El Maestro manda preguntarte: "¿Dónde está la sala en que podré comer la Pascua con mis discípulos?". [12] Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones: preparen allí lo necesario». [13] Los discípulos partieron, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. [14] Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo: [15] «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, [16] porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios». [17] Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes. [18] Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». [19] Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Ésto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». [20] Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes. [21] La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. [22] Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!». [23] Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso. [24] Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande. [25] Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. [26] Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor. [27] Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve. [28] Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas. [29] Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. [30] Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. [31] Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, [32] pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos». [33] «Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte». [34] Pero Jesús replicó: «Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces». [35] Después les dijo: «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?». [36] «Nada», respondieron. Él agregó: «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una. [37] Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí». [38] «Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». Él les respondió: «Basta». [39] Enseguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos. [40] Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación». [41] Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba: [42] «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». [43] Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. [44] En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo. [45] Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza. [46] Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación». [47] Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. [48] Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?». [49] Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?». [50] Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. [51] Pero Jesús dijo: «Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó. [52] Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: «¿Soy acaso un bandido para que vengan con espadas y palos? [53] Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas». [54] Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos. [55] Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. [56] Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: «Este también estaba con él». [57] Pedro lo negó, diciendo: «Mujer, no lo conozco». [58] Poco después, otro lo vio y dijo: «Tú también eres uno de aquellos». Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy». [59] Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo». [60] «Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices». En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. [61] El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces». [62] Y saliendo afuera, lloró amargamente. [63] Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; [64] y tapándole el rostro, le decían: «Profetiza, ¿quién te golpeó?». [65] Y proferían contra él toda clase de insultos. [66] Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal [67] y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». Él les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, [68] y si los interrogo, no me responderán. [69] Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». [70] Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy». [71] Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».

¡Bendiciones!


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